Los Compañeros (Sahaba) del Profeta Muhammad (sa)
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

Los Compañeros (Sahaba) del Profeta Muhammad (sa)

Jalifa de la Comunidad Musulmana Ahmadía

Después de recitar el Tashahud, el Ta’awwuz y el Surah Al-Fatiha, Hazrat Jalifat-ul-Masih V (aba) dijo:

Como mencioné en mi sermón del pasado viernes, al Santo Profeta (sa) se le dio la orden Divina de castigar a los Banu Quraizah, por su traición después de la batalla de Ahzab. Así, comenzó una batalla contra ellos.  Los Banu Quraizah entonces buscaron el veredicto de Hazrat Sa´d (ra) para resolver el asunto y a raíz de ello él emitió su sentencia.

Comentando sobre esta batalla, Hazrat Musleh Maud (ra) declaró en una ocasión:

“Después de 20 días, los musulmanes fueron capaces de respirar de nuevo en paz (después de la batalla de Ahzab), pero aún tenían que llegar a un acuerdo con los Banu Quraizah. Su traición hacia los musulmanes,  no podía pasarse por alto. El Santo Profeta (sa) reunió a sus Compañeros y les dijo que aún no tenían tiempo para descansar.  Antes de la puesta de sol, debían ir hacia las fortificaciones de los Banu Quraizah. En consecuencia, envió a Hazrat Ali (ra) a los Banu Quraizah para preguntarles por qué se habían retractado de su palabra solemne.

Los Banu Quraizah no mostraron ningún arrepentimiento o inclinación alguna de pedir perdón. Por el contrario, insultaron a Hazrat Ali (ra) y a los otros delegados musulmanes, y comenzaron a lanzar calumnias contra el Santo Profeta (sa) y las mujeres de su familia. Dijeron que Muhammad (sa) no les importaba nada y que nunca habían hecho ningún pacto con él. Cuando Hazrat Ali (ra) volvió para informar de la respuesta de los judíos, encontró al Santo Profeta (sa) y a sus Compañeros avanzando hacia las fortificaciones judías. Por su parte, estos judíos habían estado abusando verbalmente del Santo Profeta (sa), sus mujeres y sus hijas. Temiendo que esto ocasionara dolor al Santo Profeta (sa), Hazrat Ali (ra) le dijo que no hacía falta que participara, ya que los propios musulmanes podrían tratar con esos judíos y que debería regresar. El Santo Profeta (sa) entendió a Hazrat Ali (ra) y dijo: “Sé que me están insultando pero tú no quieres que escuche sus calumnias, Ali.

“Sí, eso mismo”, dijo Hazrat Ali (ra).

El Santo Profeta (sa) dijo entonces: “Pero,  ¿Qué más da si me insultan? Moisés (as) era de los suyos y aún así le infligieron más sufrimiento que a mí”. Por eso, el Santo Profeta (sa) continuó avanzando hacia las fortalezas de los judíos. Éstos levantaron sus defensas y comenzaron a luchar contra los musulmanes. Sus mujeres también se unieron a ellos. Algunos musulmanes estaban sentados al pie de un muro. Una mujer judía, al ver esto, les arrojó una piedra, matando a uno de los musulmanes.

El asedio duro unos días. Al final, tras un tiempo, los judíos sintieron que no podrían aguantar mucho tiempo. Entonces, los jefes enviaron un mensaje al Santo Profeta (sa) pidiéndole que enviara a Abu Lababah (ra) ansari, un jefe de Aus, una tribu amiga de los judíos. Querían consultarle sobre un posible acuerdo. El Santo Profeta (sa) envió a Abu Lubabah (ra) a los judíos y le preguntaron si

debían deponer las armas y aceptar el veredicto del Santo Profeta (sa). Abu Lubabah (ra) dijo que debían hacerlo. Pero al mismo tiempo pasó un dedo por su cuello, haciendo el signo de la muerte. El Santo Profeta (sa) no había dicho nada sobre su decisión a nadie. Pero Abu Lubabah (ra), temiendo que el

crimen de los judíos no merecía nada más que la muerte, sin reflexionar sobre el asunto, hizo este signo, que resultó fatídico para esos judíos (es decir, para la tribu de los Banu Quraizah). Más tarde rechazaron el consejo de Abu Lubabah (ra) y también se negaron a aceptar el veredicto del Santo Profeta (sa). Si lo hubieran aceptado, el máximo castigo que hubieran tenido hubiera sido su expulsión de Medina, como ocurrió con otras tribus judías antes.  Pero la mala suerte quiso que se negaran a aceptar la decisión del Santo Profeta (sa).  Dijeron que en vez del Santo Profeta (sa), aceptarían la sentencia de Sa´d bin Mu’az (ra), jefe de sus aliados, los Aus; es decir, que aceptarían cualquier veredicto propuesto por él. Además, surgió una disputa entre los propios judíos,  pues algunos de ellos comenzaron a decir que su gente realmente había traicionado el acuerdo con los musulmanes. El comportamiento de los musulmanes, por otra parte, mostró que eran verdaderos y honestos, y que su religión era verdadera. Los que pensaban de este modo, se unieron al islam. Por ejemplo, Amr bin Su´da, uno de los jefes judíos, reprendió a su pueblo y dijo: “Habéis cometido una violación de un pacto y habéis faltado a vuestra palabra. El único camino ahora para vosotros es o uniros al islam o pagar el yizya (tributo)”. Pero los judíos dijeron: “Nunca nos uniremos al islam ni pagaremos el yizya, y morir es mejor que pagar el yizya”. Entonces, Amr contestó que en ese caso él quedaba absuelto y diciendo esto, abandonó la fortaleza.  Cuando salió, fue avistado por Muhammad bin Maslamah (ra), comandante de un batallón musulmán que le preguntó quién era. Le dio a conocer su identidad, y le dijo que se marchara en paz y Muhammad bin Maslamah (ra) rezó en voz alta:

[árabe]

¡Oh Al’lah! “No me prives ocultar las buenas obras de errores que haya podido cometer gente honrada”.

Lo que quería decir era que este judío había mostrado remordimiento y arrepentimiento por la conducta de su pueblo, porque era el deber moral de los musulmanes perdonar a hombres como él. Al dejarlo marchar había hecho algo bueno y rezó para que Dios le diera la oportunidad de hacer esas buenas acciones una y otra vez, (pues no tenía intención de cometer ninguna injusticia).

Cuando el Santo Profeta (sa) supo lo que Muhammad bin Maslamah (ra) había hecho, no le reprobó por dejar marchar a este líder judío. Más bien, estuvo de acuerdo con lo que había hecho y alabó  su acción”.

Este fue un incidente aislado, ya que había algunas personas que no estuvieron de acuerdo con las decisiones de su propia tribu, pues varios de ellos aconsejaron que debían aceptar un tratado con los musulmanes. Sin embargo, la mayoría de los Banu Quraizah permanecieron obstinados en su posición.

Como pueblo, permanecieron inflexibles y se negaron a aceptar el veredicto del Santo Profeta (sa) y, en cambio, pidieron el veredicto de Sa´d bin Mu´az (ra). Ellos no querían que el Santo Profeta (sa) les diera su veredicto y, en vez de eso, insistieron en que solo obedecerían la sentencia de Sa´d bin Mu’az (ra). El Santo Profeta (sa) aceptó su demanda y envió un mensaje a Sa´d (ra), que yacía herido tras una batalla, para que viniera y diera su veredicto sobre el hecho de haber roto una parte fundamental de la fe judía.  Tan pronto como se anunció la decisión del Santo Profeta (sa), los Aus, que habían sido aliados de los Banu Quraizah durante mucho tiempo, corrieron hacia Sa´d (ra) y comenzaron a presionarle para que se inclinara a favor de los Banu Quraizah. También los Jazrall, dijeron, que siempre habían tratado de salvar a los judíos aliados con ellos. Entonces dependía de Sa´d (ra) salvar a los judíos aliados de esta tribu. Herido como estaba, montó para ir hacia los Banu Quraizah. Algunos hombres de su tribu marcharon con él en ambos lados, presionándole para que no castigara a los Banu Quraizah. Todo lo que Sa´d (ra) dijo en respuesta fue que a la persona que debía tomar la decisión es una persona en quién se confía. y que tenía que llevar a cabo dicha responsabilidad con integridad. “Por lo tanto, daré mi veredicto, tomando todo en consideración y sin temor ni favor”, dijo. Cuando Sa’d (ra) llegó a la fortaleza judía, vio a los Banu Quraizah alineados contra la pared de la muralla, esperándolo. Al otro lado estaban los musulmanes. Cuando Sa’d (ra) se acercó a ellos, les preguntó: ”Aceptaréis mi veredicto?”. Ellos dijeron: ”Sí.”

Dirigiéndose a los Banu Quraizah les hizo la misma pregunta y ellos también estuvieron de acuerdo.  Luego, tímidamente, con la mirada baja, mirando hacia el lugar donde estaba sentado el Santo Profeta (sa), preguntó si la gente de ese lado también estaba de acuerdo en cumplir con su veredicto. (Es decir, por respeto y reverencia, no miró fijamente hacia donde estaba sentado el Santo Profeta -sa-).  Pero, como había sido designado como moderador, le correspondía hacer esa pregunta. Por lo tanto, con mirada cabizbaja, preguntó al Santo Profeta (sa) y al escuchar esto el Santo Profeta (sa) dijo: ”Sí.”

Cuando todas las partes acordaron aceptar el veredicto de Sa’d (ra), entonces él anunció su veredicto de acuerdo con el siguiente mandamiento de la Biblia. Dice la Biblia:

“Cuando te acerques a una ciudad para combatirla, proclama pues la paz sobre la misma; y si respondiere ‘paz’ y te abriera sus puertas, todo el pueblo que en ella fuere hallado te tributará y te servirá. Mas si no hiciera la paz contigo y emprendiera una guerra contra ti, entonces la sitiarás. Y cuando el Señor, tu Dios, la entregue en tus manos, matarás a todo varón suyo con tu espada. No obstante, las mujeres y los niños, y los animales, y todo lo que haya en la ciudad, todo su botín tomarás para ti; y comerás del botín de tus enemigos, los cuales el Señor, tu Dios, te ha entregado”. Así harás con todas las ciudades que Altísimo Dios te dé como herencia y no dejes vivo nada que respire, sino que debes destruirlos totalmente; es decir, los hetetos y los amoiteos, los cananeos y los  perizeos, los heveos y los jebuseos; como el Señor, tu Dios, te ha mandado: para que no os enseñen a hacer según todas sus abominaciones, que ellos han hecho para sus dioses, y pequéis contra el Señor, vuestro Dios”.

(Estas fueron las palabras de la Biblia y Hazrat Sa’d (ra) dio su veredicto de acuerdo a ello). Según las enseñanzas de la Biblia, si los judíos hubieran ganado y el Santo Profeta (sa) hubiera perdido, todos los musulmanes (hombres, mujeres y niños) habrían sido ejecutados. Sabemos por la historia que esta era la auténtica intención de los judíos (es decir, matar a todos los hombres, mujeres y niños).  Lo menos que los judíos habrían hecho era matar a los hombres, esclavizar a mujeres y niños, y deshacerse de las pertenencias de los musulmanes,  dado que este es el tratamiento establecido en el Deuteronomio para las naciones enemigas que viven en otras partes del mundo. Sa‘d (ra) mantenía de antaño un lazo de amistad con los Banu Quraizah y su tribu tenía una alianza con ellos. Pero cuando vio que los judíos se habían negado a aceptar el veredicto del Santo Profeta (sa), en línea con la sharíah islámica y  que sin duda protegía sus vidas, dio el veredicto de castigo de acuerdo con la ley judía, que el profeta Moisés (as) había declarado en Deuteronomio. La responsabilidad de este veredicto no recaía en el Santo Profeta (sa) o los musulmanes, sino en Moisés (as) y en las enseñanzas de la Torah, y en los judíos que habían tratado a otras naciones de la misma manera durante miles de años. Se negaron a aceptar la decisión del Santo Profeta (sa), basada en la misericordia y la compasión; y en lugar de aceptar esto, prefirieron el veredicto de Sa‘d (ra). Sa‘d (ra) decidió castigar a los judíos de acuerdo con la ley de Moisés (as)”.

Hazrat Musleh Maud (ra) continúa diciendo: “Aun así, algunos cristianos, incluso hasta hoy en día, continúan difamando al Santo Profeta (sa), acusándole de haber cometido injusticias. ¿Acaso los eruditos cristianos no reflexionan sobre por qué el Santo Profeta (sa) nunca mostró crueldad en ningún otro caso?

Hubo muchas ocasiones en las que los enemigos del Santo Profeta (sa) se arrojaron a su merced y nunca le pidieron en vano su perdón. Solo en este caso, el enemigo se negó a aceptar la decisión del Santo Profeta (sa) y, en su lugar, quiso aceptar la decisión de otra persona. Esta persona ya había recibido el visto bueno del Santo Profeta (sa) de que aceptaría su veredicto; y como se evidencia en la historia, el Santo Profeta (sa) estuvo de acuerdo con ello.

Después de esto, procedió a anunciar su veredicto y, de hecho, reiteró el veredicto de Moisés (as), a quien los judíos decían seguir. Si se perpetró alguna crueldad fue por los propios judíos sobre sí mismos, al negarse a aceptar la decisión del Santo Profeta (sa). O sea, si se cometió alguna crueldad fue por Moisés (as), quien impuso este castigo para un enemigo asediado y lo expuso en su libro de la Torah bajo la orden Divina.

Si esto fue una injusticia, entonces los cronistas cristianos deberían condenar a Moisés (as), que fue quien prescribió esta cruel pena, o más bien deberían condenar al Dios de Moisés (as), quien emitió tal mandamiento en la Torah.

Después de la batalla de Ahzab, el Santo Profeta (sa) declaró que desde ese día en adelante, los idólatras no atacarían a los musulmanes; en cambio, el islam respondería ahora a los perpetradores que habían cometido crueldades contra los musulmanes. La situación iba a cambiar.

En la batalla de Ahzab, los combatientes árabes no sufrieron pérdidas considerables, pues tan solo perdieron unos pocos hombres. En menos de un año podrían haber venido y atacado Medina otra vez y con mejores medios. En lugar de un ejército de veinte mil, podrían haber reunido para un nuevo ataque un ejército de cuarenta o incluso cincuenta mil hombres.  Un ejército de cien o ciento cincuenta mil entraba dentro de sus posibilidades. La verdad es que durante estos veintiún años, los incrédulos del islam habían hecho todo lo posible por erradicar el islam y a los musulmanes.  El continuo fracaso de sus planes había mermado su confianza.  En lo más profundo de sus corazones, se dieron cuenta de que Dios Altísimo estaba con el Santo Profeta (sa), que sus ídolos y dioses eran falsos, y que el Creador era el Dios Único. Aunque físicamente estaban bien, su ser interior estaba destrozado, o sea, a pesar de postrarse ante sus ídolos, en sus corazones resonaba la siguiente declaración islámica:

[Árabe] LA ILAHA IL’LAL’LAH

‘No hay dios sino Al’lah’.

Hazrat Abu Said Judri (ra) relata que algunas personas salieron de los fortines judíos con la condición de aceptar el veredicto de Hazrat Sa’d bin Muaz (ra). El Santo Profeta (sa) llamó a Hazrat Sa’d bin Muaz (ra), que llegó montado en un burro. Cuando se acercó a la mezquita, el Santo Profeta (sa) dijo: “Ponte de pie, porque representas al mejor entre vosotros”; o quizá declaró: “Poneros de pie para dar la bienvenida a vuestro líder”. El Santo Profeta (sa) declaró en ese momento: ”Oh Sa’d! Esta gente insiste en tu veredicto”. Hazrat Sa’d (ra) respondió: ”Mi veredicto contra los que han tomado las armas, es que deben ser ejecutados, y sus mujeres y familias deben ser encarceladas”. El Santo Profeta (sa) declaró: “Has emitido tu veredicto de acuerdo con la voluntad Divina”; o quizás declaró: “Has dado tu veredicto como lo hace un rey”.  Esta es una narración de Sahih Bujari.

Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) ha mencionado otros detalles de este incidente, algunos de los cuales relataré aquí. En relación a los Banu Quraizah, escribe: “Después de un asedio de más o menos treinta días, estos judíos desafortunados acordaron descender de sus fortalezas para ser juzgados por el veredicto de tal hombre, quien a pesar de ser su aliado, no tuvo piedad en su corazón debido a sus malvados planes; y a pesar de ser un epítome de justicia y equidad, no poseía la misma compasión y ternura de corazón que sí estaba presente en el hombre que era “Misericordia para toda la Humanidad”. La razón era  que la tribu Aus eran viejos aliados de los Banu Quraiẓah y, en ese momento, Sa’d (ra) bin Mu’az (ra) era el jefe de esa tribu. Había sido herido en la batalla de la Zanja y ahora estaba bajo tratamiento médico en la terraza de la mezquita en Medina. Teniendo en cuenta su antigua alianza, los Banu Quraizah dijeron: “Elegimos a Sa‘d bin Mu‘az como nuestro juez y aceptaremos cualquier veredicto que él dicte acerca de nosotros”.

Sin embargo, algunos judíos (como se mencionó anteriormente) no consideraron correcta esta decisión unánime y vieron a su gente como criminales, porque sus corazones ya habían sido conquistados por la verdad del islam. Algunas personas de entre ellos, tres según relatos históricos, aceptaron de corazón el islam y se convirtieron en servidores del Santo Profeta (sa). Hubo un cuarto, que no se hizo musulmán, pero estaba tan avergonzado por la traición de su tribu, que cuando los Banu Quraizah decidieron entablar una guerra contra el Santo Profeta (sa), salió de la ciudad de Medina diciendo: “Mi gente ha traicionado a Muhammad [sa] inmensamente. No puedo tomar parte en esta traición”. Por su parte, el resto de la tribu permaneció firme en su obstinación e insistió en hacer a Sa’d (ra) su juez. El Santo Profeta (sa) lo aceptó (como ya se ha mencionado anteriormente), después de lo cual envió a algunos Compañeros de entre los Ansar para traer a Sa‘d (ra).  Sa‘d (ra) llegó…  y en el camino algunas personas de la tribu Aus suplicaron reiteradamente: “Somos aliados de los Quraizah. Así como los Jazrall trataron a su tribu aliada Banu Qainuqa‘ con misericordia, tú también trata a los Quraizah con indulgencia.  No les impongas un castigo severo”. Al principio, Sa‘d (ra) escuchó sus súplicas en silencio, pero cuando

comenzaron a persistir demasiado, respondió: “En este momento  Sa‘d no se preocupa por el reproche de cualquiera que presente una objeción respecto a los dictados de la justicia…” Al escuchar esta respuesta, la gente se calló.

Cuando Sa‘d (ra) ya se acercaba, el Santo Profeta (sa) instruyó a sus Compañeros:

“Asistid a vuestro jefe y ayudadle a desmontar”. Cuando Sa‘d (ra) desmontó y se dirigió hacia el Santo Profeta (sa), este dijo: “¡Sa‘d! Los Banu Quraizah te han aceptado como su árbitro y han acordado acatar cualquier veredicto que consideres conveniente”. Ante esto, Sa‘d (ra) dirigió la vista hacia la gente de su propia tribu, los Aus, y dijo:

“¿Tomáis a Dios como testigo y hacéis la promesa firme de que estaréis obligados a actuar de acuerdo con el veredicto que emitiré en relación a Banu Quraizah?”. “Sí, lo prometemos”, dijeron (esto se ha mencionado anteriormente en referencia a la narración del incidente hecha por Hazrat Musleh Maud -ra-). Luego, hizo un gesto en dirección a donde estaba sentado el Santo Profeta (sa) y exclamó:

“¿El hombre honorable que está sentado aquí también promete que estará obligado a actuar de acuerdo con mi veredicto?” El Santo Profeta (sa) respondió: “Sí, lo prometo”. Después de prometer este pacto y acuerdo, Sa‘d (ra) anunció su veredicto: los hombres combatientes del Banu Quraizah serían ejecutados; sus mujeres y niños serían llevados cautivos y su riqueza se distribuiría entre los musulmanes. Cuando el Santo Profeta (sa) escuchó este veredicto, exclamó espontáneamente:

“Su veredicto es un decreto Divino que no se puede evitar”.

El significado de estas palabras era que el veredicto relevante para el Banu Quraizah tuvo lugar en tales circunstancias, que el poder Divino podía verse claramente actuando en el centro de dicho asunto y, por esta razón, los sentimientos de misericordia sostenidos por el Santo Profeta (sa) no podían evitar ese resultado. Esto era muy cierto, porque los Banu Quraizah solicitaron que se les enviara a Abu Lubabah (ra), y luego a Abu Lubabah se le escaparon unas palabras de la boca que carecían por completo de fundamento. Lo cierto es que los Banu Quraizah se negaron a aceptar al Santo Profeta (sa) como su juez, bajo el supuesto de que la tribu Aus los trataría con indulgencia, como aliados, y por eso designaron a Sa’d bin Mu’az (ra), el jefe de la tribu Aus, como su árbitro. No obstante, Sa‘d (ra) se había vuelto tan diligente en materia de justicia y equidad que los sentimientos de relación y alianza ya había sido eliminados de su corazón por completo. Además, antes de anunciar su veredicto, Sa‘d (ra) aceptó una promesa firme del Santo Profeta (sa) para que esta decisión se administrara en su totalidad. Todas estas cosas no podían haber sido una coincidencia. Verdaderamente, en la base de estos eventos había un decreto Divino y, por tanto, este veredicto fue de Dios, no de Sa’d (ra)”.

Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) escribe a continuación: “Parece que debido a la traición, la rebelión, la sedición, el desorden, el asesinato y el derramamiento de sangre de los Banu Quraizah, el tribunal de justicia celestial ya había emitido el veredicto de que sus miembros combatientes debían ser exterminados de la faz de la tierra. La instrucción Divina inicialmente dada al Santo Profeta (sa) con respecto a este Ghazwah, también establece que fue un decreto Divino. Sin embargo, Dios no deseaba que su mensaje fuera emitido por Su Mensajero y, por esta razón, mantuvo al Santo Profeta (sa) completamente apartado de esto, a través de manifestaciones inmensamente intrincadas de Su poder, e hizo que Sa’d bin Muaz (ra) anunciara dicho veredicto. Es más, este anuncio se hizo de tal manera que el Santo Profeta (sa) ya no podía influir en dicha decisión, porque ya había prometido que cumpliría el veredicto en su totalidad. Por otro lado, dado que la influencia de esta decisión no se limitó exclusivamente a la persona del Santo Profeta (sa), sino que afectó a todos los musulmanes colectivamente, el Santo Profeta (sa) no consideró que tenía derecho cambiar este veredicto por su propia opinión, independientemente de lo mucho que se inclinara hacia la misericordia y el perdón. Fue este mismo poder Divino lo que llevó al Santo Profeta (sa) a pronunciar espontáneamente las siguientes palabras:

[árabe]

“¡Oh Sa’d! Tu veredicto parece ser un decreto Divino que nadie tiene el poder de alterar”.

Al decir estas palabras, el Santo Profeta (sa) se levantó en silencio y regresó a la ciudad. En ese momento, su corazón estaba afligido con la idea de que una tribu, que él esperaba con ahínco que abrazara el islam, estaba siendo privada de la fe y condenada a la ira Divina, y al castigo debido a su malas

acciones.

Quizá fue en esta ocasión cuando el Santo Profeta (sa) pronunció las siguientes palabras con intenso pesar:

“Si solo diez hombres de entre los judíos (es decir, diez hombres influyentes) hubiesen creído en mí, habría esperado ante Dios que toda esta nación me aceptara y se salvaran del castigo Divino”.

Cuando el Santo Profeta (sa) se iba a marchar, ordenó que los hombres de los Banu Quraizah se separaran de las mujeres y los niños. Así, ambos grupos llegaron a Medina de forma separada y fueron puestos en dos sitios diferentes. De acuerdo con las instrucciones del Santo Profeta (sa), los

Compañeros (muchos de los cuales tal vez estuvieran hambrientos) hicieron arreglos para que se trajera una gran cantidad de fruta para que los Banu Quraizah la consumieran. Está escrito que este pueblo judío pasó toda la noche comiendo fruta.

Al día siguiente, por la mañana, debía aplicarse el veredicto de Sa‘d (ra). El Santo Profeta (sa) nombró a unos pocos hombres capaces de realizar esta tarea y se mantuvo cerca, de modo que si se requería orientación mientras se administraba el veredicto, el Santo Profeta (sa) podría proporcionar orientación inmediata.

Otra razón era para que él pudiera proporcionar una decisión al instante si alguien pedía clemencia. Aunque el veredicto de Sa’d (ra) no podía ser recurrido en general,  en su calidad de rey o director ejecutivo de una democracia, el Santo Profeta (sa) definitivamente tenía derecho a escuchar cualquier apelación con respecto a una persona específica por motivos individuales. En un acto de compasión, el Santo Profeta (sa) también ordenó que los criminales fueran ejecutados por separado, es decir, cuando uno era ejecutado, el otro no debía estar presente. Por lo tanto, cada criminal fue llevado por separado y ejecutado de acuerdo con el veredicto de Sa‘d “.

“En relación al relato de los Banu Quraizah, varios historiadores no musulmanes han formulado acusaciones contra el Santo Profeta (sa) de una manera muy desagradable. Debido a la pena de muerte que se administró a más o menos 400 judíos, han presentado al Santo Profeta (sa), Dios nos perdone, como

un gobernante cruel y sediento de sangre”.  No obstante, uno de nuestros investigadores ha estimado que, según su estudio, el número real (de los condenados a muerte) fue de 16 ó 17. En cualquier caso, hay margen para futuras investigaciones a este respecto. Hay varias estimaciones en cuanto al número exacto: algunos han estimado que fueron 100, 400, 900 ó 1000. En cualquier caso, no hay un número exacto y se puede continuar investigando al respecto.

“Incluso si aceptamos que el número fue 400, esta acusación se basa únicamente en prejuicios religiosos. Como mínimo, en lo que respecta a la acusación sobre el islam y el Fundador del islam, incluso aquellos historiadores que han sido entrenados a la luz del pensamiento occidental no han podido resolverlo por sí mismos”.

Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) continúa diciendo: “En respuesta a esta acusación, en primer lugar, debe recordarse que el veredicto sobre el Banu Quraizah, considerado como un veredicto cruel, fue el de Sa’d bin Muaz (ra), no del Santo Profeta (sa). Entonces, cuando está probado que el veredicto no fue emitido por el Santo Profeta (sa), no se puede presentar ninguna objeción contra él por ese motivo. En segundo lugar, este veredicto no fue defectuoso y bárbaro en absoluto […].  En tercer lugar, debido al pacto que Sa‘d (ra) tomó antes de anunciar su veredicto, el Santo Profeta (sa) estaba obligado a actuar en consecuencia. En cuarto lugar, este veredicto fue aceptado por los propios criminales y no se opusieron, considerando que se trataba de un decreto Divino. En tal caso, no era tarea del Santo Profeta (sa)

interferir innecesariamente.

Después de que se anunciara el veredicto de Sa‘d (ra), la única relación del Santo Profeta (sa) a este respecto fue que se llevara a cabo de la mejor manera posible, bajo la supervisión de su administración. Así pues, como se ha mencionado, la forma en que el Santo Profeta (sa)

aplicó esta decisión puede considerarse el mejor ejemplo posible de misericordia y compasión. Mientras estas personas permanecían en cautiverio, antes de que se ejecutara el veredicto, el Santo Profeta (sa) organizó su alojamiento y comida de la mejor manera posible. Cuando el veredicto de Sa‘d (ra) hubo de aplicarse sobre ellos, el Santo Profeta (sa) lo aplicó de tal manera que resultase lo menos doloroso para los criminales. En primer lugar, tomando en consideración sus emociones, el Santo Profeta (sa) ordenó que cuando se ejecutara a un criminal, el siguiente no fuera testigo de ello. De hecho, la historia dice que cuando los individuos eran llevados al lugar de ejecución, no sabían a dónde iban hasta que llegaban al lugar real. Además de esto, el Santo Profeta (sa) aceptó de inmediato todas y cada una de las peticiones de misericordia que se presentaron ante él respecto a algún individuo concreto. El Santo Profeta (sa) no solo perdonó la vida de tales personas, sino que incluso ordenó la liberación de sus esposas e hijos, y incluso que se les devolviera sus riquezas, etc.  ¿Qué mayor ejemplo de misericordia y compasión hacia un criminal puede haber? Por tanto, no solo es cierto que no se puede lanzar absolutamente ninguna acusación contra el Santo Profeta (sa) respecto a lo ocurrido con los Banu Quraiẓah, sino que la realidad es que este incidente es una prueba inmensamente clara de la elevada moral, administración notable, misericordia y afecto innatos del Santo Profeta (sa)”.

“Aunque el veredicto de Sa’d (ra) fue estricto en sí mismo, fue el resultado necesariamente provocado por circunstancias apremiantes, en las que no había otra opción. Aunque la decisión de Hazrat Sa’d (ra) sobre los Banu Quraizah fue estricta, era el resultado natural de las circunstancias que habían surgido y no había otras opciones disponibles.

Es por esta razón que incluso un historiador como Margolius, que no es en absoluto un simpatizante del islam, se vio obligado a admitir en esta ocasión que la decisión de Sa’d (ra) se basó en circunstancias apremiantes,

según las cuales no había otra opción. En este sentido, el Sr. Margolius escribe: “Durante la batalla de Ahzab, que Muhammad declaró haber sido milagrosamente frustrada, se debió o se cree que se debió a la propaganda de los miembros del Banu Nadir, a quienes el Profeta se había contentado con desterrar. Si hubiera desterrado a los Quraizah, habría liberado a un nuevo y determinado grupo de propagandistas. Por otro lado, a aquellos que habían participado abiertamente con los invasores de Medina no se les podía permitir permanecer allí. Desterrarlos era inseguro y permitir que se quedaran era aún más peligroso. Por lo tanto, debían morir”.

(Esta ha sido una cita de Margolius). “Por lo tanto, la decisión de Sa’d (ra) estaba en completa concordancia con los dictados de la justicia. Debido a su acuerdo de seguir la decisión de Sa’d (ra), el Santo Profeta (sa) fue incapaz de mostrar misericordia a este respecto, con la excepción de algunos individuos. Pero quienes apelaron a la misericordia, el Santo Profeta (sa) hizo todo lo posible para concederles tal misericordia. Sin embargo, no podía emitir una amnistía general para todos. Parece que como los judíos se negaron a aceptarlo como juez, la mayoría dudó en buscar su misericordia, con la excepción de algunos individuos. Además, a menos que apelaran a la misericordia, el Santo Profeta (sa) no estaba en posición de mostrarles misericordia. La razón es que, a menos que un criminal no exprese remordimiento por sus delitos, dejarlo en libertad tendrá consecuencias perjudiciales para la sociedad.

Otro punto a recordar es que, en virtud del tratado que se había establecido entre el Santo Profeta (sa) y los judíos, se estipulaba que para cualquier asunto relacionado con los judíos que exigiera un veredicto, se tomaría una decisión de acuerdo con su propia sharíah (es decir, la ley judía). De hecho, la historia demuestra que, de acuerdo con este tratado, el Santo Profeta (sa) siempre emitía un veredicto para los judíos de acuerdo con la ley mosaica. Y es que cuando leemos la Torá, se prescribe ese mismo castigo por el crimen que los judíos fueron culpables de cometer, como Sa’d bin Mu’az (ra) emitió para los Banu Quraizah”.

En cualquier caso, la mención aquí de Hazrat Sa’d bin Mu’az (ra) con respecto al asunto del Banu Quraizah es suficiente. Hay más relatos de la vida de Hazrat Sa’d bin Mu’az (ra) que mencionaré en el futuro, Dios mediante.

Ahora hablaré de algunos miembros de la Yama’at que han fallecido  recientemente y después de las oraciones del viernes, si Dios quiere, dirigiré su oración fúnebre en ausencia.

El primer funeral es el de la respetada Hallia Ruqayyah Jalid Sahiba, que servía como Sadr Lallna Imail’lah (presidenta de la asociación áhmadi de mujeres) de Ghana. Falleció, según la voluntad de Dios, el 30 de junio, a la edad de 65 años. “Ciertamente a Dios pertenecemos y a Él volveremos”. Desarrolló un cáncer de útero, del que se recuperó más tarde y Dios Altísimo le concedió la salud. Pero en mayo de este año, su condición comenzó a empeorar y sufrió una recaída. Después de permanecer en el hospital durante un breve período, falleció el 30 de junio.

Hallia Ruqayyah Jalid Sahiba nació en abril de 1955, en el seno de una familia áhmadi de Wa, ciudad situada en el norte de Ghana. Su difunto padre, Al-Hall Jalid Sahib era imam en un pueblo cerca de Wa, donde la mayoría de la gente adoraba ídolos. Les predicó y estableció el Ahmadiat allí. Hallia Ruqayyah Jalid Sahiba pasó su infancia en Wa. Era una mujer educada, sofisticada y de principios. En lo que respecta a su profesión, fue profesora y dio muy buen ejemplo en su círculo profesional, así como dentro de la Yama’at. Tras su jubilación, fue directora de la Escuela Internacional Ahmadía en Bustan Ahmad. Tenía una gran pasión por la educación y la crianza de los niños, pagaba las cuotas escolares de muchos de ellos y les enseñaba en su propia casa de forma gratuita.

En 2017 fue nombrada Sadr Lallna Imail’lah (presidenta de la asociación de las mujeres) y durante los pocos años que fue Sadr, cumplió con sus deberes de manera excelente, a pesar de su enfermedad. En realidad, continuó sirviendo como Sadr Lallna Imail’lah de Ghana hasta su fallecimiento. También organizó algunos otros programas. A pesar de las restricciones de hoy en día debido a COVID-19, ella continuó sus programas y deberes de tarbiyyat (educación) para Lallna (las mujeres) a través de internet.

Era constante en el ofrecimiento de sus oraciones y muy apasionada cuando llevaba a cabo buenas acciones. Ofrecía la oración de tahayyud con asiduidad y además daba limosnas regularmente. También era una musia [parte de la institución de Al-Wasiyyat]. Tenía un fuerte vínculo con el Jalifato. Deja dos hijos, una hija y cuatro nietos. Que Dios Altísimo le conceda el perdón y la misericordia, y la eleve en estatus y que permita a su progenie continuar con sus buenas obras.

El segundo funeral es el de la respetada Safiyya Begum Sahiba, esposa del difunto y respetado Sheij Mubarak Ahmad Sahib, quien fue un misionero y sirvió en África, el Reino Unido y los Estados Unidos. Falleció, según la voluntad de Dios, el 27 de junio, a la edad de 93 años. “Ciertamente a Dios pertenecemos y a Él volveremos”. Era la hija de Hazrat Qazi Abdus-Salaam Sahib y Mubarakah Begum Sahiba, y nació en octubre de 1926. Era la nieta de Hazrat Qazi Abdur-Rahim Sahib (ra), que fue un Compañero del Mesías Prometido (as), y era la bisnieta de Hazrat Qazi Ziaud-din Sahib. Tenía muchas cualidades maravillosas y era muy devota. Poseía además un amor increíble por el Jalifato, cuya profundidad rara vez se ve. Esto fue algo que inculcó no sólo a sus hijos, sino también a sus nietos. Así, de esta manera, fue capaz de preservar este vínculo.

La fallecida era una musia.  Su matrimonio con Sheij Mubarak Ahmad Sahib fue su segundo matrimonio, del que tuvo una hija; también tuvo hijos de su primer matrimonio. Su primer marido fue Nasír Ahmad Bhatti Sahib. No obstante, durante el tiempo en que Sheij Sahib sirvió en varios países, pasó su tiempo con gran devoción. Junto con una hija de la primera esposa de Sheij Sahib, le sobreviven sus propios hijos: dos hijas y tres hijos. Uno de sus hijos, Fahim Ahmad Bhatti Sahib, está aquí sirviendo como voluntario en la oficina del Secretario Privado. También, uno de sus nietos, Sabur Bhatti, es un misionero que trabaja en Wakalat-e-Tabshir, Reino Unido. Otro nieto, Fawad Bhatti, ha consagrado su vida y sirve como profesor en el Colegio Ahmadía de Kano, Nigeria. Otro nieto más, Jaliq Bhatti, completó su educación y dedicó su vida y ahora sirve en The Review of Religions. Uno más de sus nietos es Nabil Bhatti, que hace dos años cayó gravemente enfermo. Ella rezó mucho por él y Dios Altísimo incluso le informó de que se curaría y, en consecuencia, Dios Altísimo lo curó. Sin embargo, incluso ahora, Nabil Bhatti Sahib todavía experimenta algunas complicaciones debido a esa enfermedad. Que Dios Altísimo lo cure completamente y acepte las oraciones de Safiyya Begum Sahiba por él. También él ha consagrado vida al servicio de la fe. Que Dios Altísimo lo convierta en un miembro beneficioso de la Comunidad y lo haga a él y a su progenie servidores de la fe.

La hija de Safiyya Sahiba, Farida Sheij Sahiba relata: “Nuestra madre tenía un gran amor por el Mesías Prometido (as). Siempre señalaba su imagen y decía que todo lo que tenemos es gracias a él y que estas bendiciones se deben a él. Además tenía una conexión especial con las hermanas afroamericanas y las cuidaba mucho. Muchas iban y venían casi a diario. La visitaban con frecuencia, se sentaban juntas en la cocina y conversaban libremente, como si fueran miembros de la misma familia”.

Del mismo modo, su hija mayor, Naima Shabir Sahiba, dice: “Era muy cuidadosa y cariñosa. Era extremadamente paciente y no le importaba sufrir ella misma con tal de ayudar a los demás. Ella inculcó el amor de Jalifato en nuestros corazones. Nos decía que escribiéramos cartas regularmente (al Jalifa). A menudo recitaba las oraciones del Mesías Prometido (as) para sus hijos. Cuidaba mucho de los pobres y los huérfanos. Era muy regular a la hora de pagar el chanda y dar limosna. Hazrat Jalifatul Masih III (rh) dirigió gentilmente su nikah con Sheij Mubarak Ahmad Sahib. Él era misionero y su primera esposa había fallecido, y el marido de ella también había fallecido. En el momento de establecer esta unión, Hazrat Jalifatul Masih III (rh) le dijo a Sheij Sahib, por el agrado de algunos trabajos que había realizado para la Comunidad, que le estaba dando una recompensa. Sheij Sahib siempre tuvo presente esta recompensa, que fue el matrimonio con Safiyya Begum Sahiba. Sheij Sahib era muy consciente de esto y cuidó mucho de los hijos que ella tuvo de su primer marido, que había muerto cuando los niños eran todavía pequeños.

Su hijo mayor, Shamim Bhatti Sahib, también estudió conmigo en la escuela y la universidad. He sido testigo de que Sheij Sahib cuidó mucho de estos niños y cumplió con su deber. Del mismo modo, Safiyya Begum Sahiba apoyó a Sheij Sahib durante sus años de servicio y cumplió con su responsabilidad de ser la esposa de un devoto. La verdad es que hay muy pocas esposas de misioneros que cumplen sus deberes como ella lo hizo. Ella servía con abnegación a sus invitados y nunca se quejaba de nada. También solía rezar profusamente por los miembros de la Comunidad Trataba muy bien a las familias de los misioneros bajo el mando de Sheij Sahib. Yo la conocí después de ser Jalifa y cuando esto ocurrió vi que tenía un inmenso amor por el Jalifato; su pasión y devoción eran tales que raramente se ven. Que Dios Altísimo eleve su estatus y mantenga a su descendencia dedicada a la Comunidad y al Jalifato.

La siguiente mención es del respetado Ali Ahmad Sahib, que sirvió como mual’lim de Waqf-e-Jadid pero ahora estaba jubilado. Falleció el 18 de junio, a la edad de 86 años:

“Ciertamente a Al’lah pertenecemos y a hacia Él será el retorno”.

Su padre, Hazrat Mia Al’lah Ditta Sahib (ra), era un Compañero del Mesías Prometido (as). En 1903, cuando el Mesías Prometido (as) viajó a Yehlum, Hazrat Mia Al’lah Ditta Sahib (ra) viajó 10-12 millas a pie desde su pueblo para tomar el Baia’t a manos del Mesías Prometido (as).

El fallecido hizo su waqf (promesa de dedicar su vida al servicio de la fe) en 1965 y de 1967 a 2008, durante aproximadamente 41 años, prestó servicios en varios comunidades de Sindh y el Punjab. Enseñó el Sagrado Corán a cientos de personas, incluyendo hombres, mujeres y niños. Debido a sus esfuerzos de predicación, muchas personas fueron bendecidas con la buena fortuna de entrar en el redil de Ahmadiat. El difunto era musi y deja atrás a su esposa, dos hijas y tres hijos. Uno de sus hijos, Abdul Hadi Tariq Sahib es un misionero de la Comunidad y durante los últimos siete años ha servido como profesor en la Yamia Ahmadía Internacional de Ghana. Debido a la situación actual, no pudo viajar y asistir al funeral y entierro de su padre. Dos sobrinos del difunto son también misioneros de la Comunidad y tres nietos son hafiz-e-Quran (han memorizado el Corán).

Maghfur Ahmad Munib Sahib, que es un devoto y que actualmente sirve como misionero en Markaz (sede central) escribe:

“Sin duda, el respetado Maulvi Sahib fue un modelo para todos los que han dedicado su la vida, misioneros y maestros de la religión. Hablaba muy poco, siempre mantenía la mirada baja (respecto a otras mujeres) y no interfería en los asuntos de otras personas. También era muy devoto de las oraciones y humilde, recibía a la gente con gran amor y se dedicaba totalmente a la institución del Jalifato Áhmadi. Incluso cuando se enfadaba, el dolor para hacer que uno comprendiera su error era evidente. Siempre se contentaba con lo que tenía. Los niños que una vez fueron estudiantes de Maulvi Sahib ya han crecido, pero sus recuerdos de la bondad y el amor de Maulvi Sahib permanecen en sus corazones”.

Que Al’lah Todopoderoso eleve la posición del difunto y permita a su progenie continuar con sus buenas acciones.

El próximo funeral es el de la respetada Rafiqa Bibi Sahiba, esposa de Bashir Ahmad Dogar Sahib de Edhi Pur, distrito de Narowal, Pakistán. Falleció el 22 de mayo:

“Ciertamente a Al’lah pertenecemos y a hacia Él será el retorno”.

Su familia entró en el Ahmadiat a través de su abuelo, Hazrat Malik Sardar Khan Dogar Sahib Nambardar (ra), que era un Compañero del Mesías Prometido (as).

Su hijo, Riaz Ahmad Doggar Sahib dice: “Desde que tengo memoria, fui testigo de que era muy devota y piadosa. Ella observaba siempre sus oraciones obligatorias y era regular en sus ayunos. Memorizaba muchos capítulos del Sagrado Corán y por las mañanas, cuando procesaba la leche (para extraer la mantequilla), a menudo recitaba Surah Taghabun. Ofrecería las cinco oraciones diarias con puntualidad. Antes de ofrecer cada oración, se aseguraba de que uno de sus nietos maternos o paternos se pusiera de pie junto a ella para rezar, para que así los niños desarrollaran la pasión por ofrecer oraciones. Después de las oraciones, se sentaba durante mucho tiempo en la alfombra de oración y ofrecía su tasbih (recordar y alabar a Dios Todopoderoso)”. Del mismo modo, recitaba el Sagrado Corán en voz alta de manera que su recitación pudiera ser escuchada en toda la casa. Se había memorizado muchos capítulos del mismo.

Tenía un profundo vínculo de amor y devoción por el Jalifato y poseía plena convicción en la aceptación de las oraciones del Jalifa. Ella decía con gran orgullo que su hijo “es un misionero”. Un nieto paterno está estudiando en Yamia (colegio de misioneros) para convertirse en misionero y un nieto materno es también un misionero. A pesar de que a menudo recordaba a sus hijos, decía que era una gran bendición de Dios Altísimo sobre ella que su progenie se había extendido por todo el mundo. Entre los que deja atrás hay seis hijos, una hija y muchos nietos maternos y paternos. Uno de sus hijos, Riyaz Ahmad Doggar Sahib está actualmente prestando servicios en Tanzania. Debido a la situación actual y también a sus deberes de servicio en el campo misional, no pudo asistir al funeral y participar en el entierro. Que Dios Altísimo le conceda paciencia y firmeza. Uno de sus nietos maternos, Adil Ahmad Doggar, está sirviendo como misionero en Pakistán. Un nieto paterno, Ayyaz Ahmad Doggar, está estudiando en el sexto año de Yamia Ahmadía Internacional de Ghana.

Que Al’lah Todopoderoso derrame Su perdón y misericordia sobre la difunta, y eleve su estatus; y que su progenie pueda continuar con sus esfuerzos virtuosos. Del mismo modo, también dirigiré las oraciones fúnebres (en ausencia) de aquellos a quienes mencioné en sermones anteriores, pero, debido a la situación actual, no fue posible ofrecer sus oraciones fúnebres en su momento: a saber, la de Nasir Said Sahib, la de Ghulam Mustafa Sahib, la del Dr. Naqiud-din Sahib de Islamabad y la de Zulfikar Sahib, el misionero de Indonesia. ¡Que Dios Altísimo muestre misericordia y perdón sobre los difuntos! Que Dios Altísimo les conceda a todos Su misericordia y perdón.

Resumen del sermón de viernes – 10 de julio del 2020

En el sermón del viernes de hoy, Su Santidad (aba) continuó narrando relatos de la vida de Hazrat Sa’d bin Mu’adh (ra). Su Santidad (aba) fijo que, como ya se había mencionado en el sermón anterior, después de la batalla de Ahzab, el Santo Profeta (sa) recibió la orden divina de dirigirse a los Banu Quraizah y lidiar con su traición.Su Santidad (aba) citó a Hazrat Mirza Bashiruddin Mahmud Ahmad (ra) al relatar los eventos relacionados con Banu Quraizah. El Santo Profeta (sa) envió a Hazrat Ali (ra) para advertirles y concienciarles de sus traiciones. Sin embargo, en lugar de darse cuenta de sus errores y expresar arrepentimiento, respondieron con groserías y lenguaje inapropiado dirigido a las esposas del Santo Profeta (sa). Hazrat Ali (ra) regresó e informó al Santo Profeta (sa). Así, junto con los musulmanes en Santo Profeta (sa) se dirigió hacia el castillo de los Banu Quraizah y lo asedió.

Finalmente cuando los Banu Quraizah se dieron cuenta de que no había otra manera, enviaron la palabra de que Abu Lubabah (ra) debería ser enviado a negociar su rendición. Abu Lubabah (ra) fue y los instó a rendirse y aceptar al Santo Profeta (sa); sin embargo, ellos se negaron. En cambio, expresaron su deseo de no ser sentenciados por el Santo Profeta (sa); deseaban que Hazrat Sa’d bin Mu’adh (ra), líder de su aliada tribu Aus, fuera quien decidiera su destino. Aunque una parte de los Banu Quraizah opinaban se decantaba por un acuerdo con los musulmanes, la población general de los Banu Quraizah no podía soportar aceptar que el Santo Profeta (sa) tuviera algún tipo de poder sobre ellos. Así, con la esperanza de su indulgencia, insistieron en que cualquiera que fuera su destino, debería ser decidido por Hazrat Sa’d bin Mu’adh (ra). Una parte de la tribu Aus trató de convencer a Hazrat Sa’d bin Mu’adh (ra) para que les diera un castigo indulgente ya que los Banu Quraizah habían sido sus aliados. Sin embargo él no cedió a ninguna influencia y dijo que la decisión debía dejarse a quien se la hubiera confiado.

El veredicto de Hazrat Sa’d bin Mu’adh (ra)

Su Santidad (aba) relató además que cuando Hazrat Sa’d (ra) llegó, primero se aseguró de que todos los presentes; lod Aus, los Banu Quraizah y el Santo Profeta (sa), aceptaran su decisión; a lo que todos estuvieron de acuerdo. Luego, presentó su decisión de acuerdo con la siguiente enseñanza bíblica:Cuando te acerques a una ciudad para pelear contra ella, le ofrecerás primero la paz. Y sucederá que si ella está de acuerdo en hacer la paz contigo y te abre sus puertas, entonces todo el pueblo que se encuentra en ella estará sujeto a ti para trabajos forzados y te servirá. Sin embargo, si no hace la paz contigo, sino que emprende la guerra contra ti, entonces la sitiarás. Cuando el Señor tu Dios la entregue en tu mano, herirás a filo de espada a todos sus hombres. Solo las mujeres y los niños, los animales y todo lo que haya en la ciudad, todos sus despojos, tomarás para ti como botín. Comerás del botín de tus enemigos, que el Señor tu Dios te ha dado. Así harás a todas las ciudades que están muy lejos de ti, que no sean de las ciudades de estas naciones cercanas. Pero en las ciudades de estos pueblos que el Señor tu Dios te da en heredad, no dejarás con vida nada que respire, sino que los destruirás por completo: a los hititas, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos, tal como el Señor tu Dios te ha mandado, para que ellos no os enseñen a imitar todas las abominaciones que ellos han hecho con sus dioses y no pequéis contra el Señor vuestro Dios. (Deuteronomio 20:10-18)Así pues, viendo que los Banu Quraizah no estaban dispuestos a aceptar la decisión del Santo Profeta (sa), que se habría tomado según las enseñanzas islámicas, lo que a lo sumo habría resultado en su expulsión de Madinah, Hazrat Sa’d (ra) tomó su decisión basándose en la decisión que Moisés (as) ya había tomado para tal escenario.De esta manera, la decisión no fue tomada por el Santo Profeta (sa). Algunas personas alegan que el Santo Profeta (sa) dio un castigo extremadamente duro. Pero, como la historia lo atestigua, la decisión fue tomada por Hazrat Sa’d bin Mu’adh (ra); y antes de tomar dicha decisión confirmó con todas las partes involucradas, incluyendo al Santo Profeta (sa), si aceptarían su decisión a la que todos estaban de acuerdo. Técnicamente, esta no fue ni siquiera la decisión de Hazrat Sa’d bin Mu’adh (ra), ya que se limitó a implementar lo que ya había sido decidido por Moisés (as).El Santo Profeta (sa) proclamó que el hecho de que los Banu Quraizah insistieran en que Hazrat Sa’d bin Mu’adh (ra) fuera quien decidiera su destino y el hecho de que Hazrat Sa’d bin Mu’adh (ra) confirmara con todos que su decisión sería aceptada y la decisión en sí misma, reflejaba, en verdad, la voluntad de Dios en el asunto.

Al regresar, el Santo Profeta (sa) expresó su pesar por el estado de las cosas, diciendo: “si solo diez o doce hombres de los Banu Quraizah me hubieran aceptado, habría tenido la esperanza de que, con el tiempo, toda la nación de los Banu Quraizah terminaría por aceptarme”.

No hay ninguna culpa sobre el Santo Profeta (sa)

Su Santidad (aba) narró además que, para la ejecución, el Santo Profeta (sa) instruyó traer por separado a cada una de los Banu Quraizah que pelearon. Cada persona debía ser traída por separado, y no debían ser ejecutados uno frente al otro. Él también estaba presente, de modo que si se hacía un llamamiento a la misericordia en nombre de alguien a punto de ser ejecutado, podía escucharlo y aceptar.Su Santidad (aba) aclaró de nuevo, a la luz de algunas alegaciones hechas con respecto a este incidente, que no fue la decisión del Santo Profeta (sa) sino de Hazrat Sa`d bin Mu’adh (ra). Esta decisión no puede ser considerada injusta a la luz de los hechos ocurridos. Entonces, Hazrat Sa’d bin Mu’adh (ra) había confirmado que el Santo Profeta (sa) aceptaría su decisión, por lo que el Santo Profeta (sa) estaba obligado y no tenía voz en el asunto. Además, habiendo aceptado ellos mismos cualquier decisión que Hazrat Sa’d (ra) tomara, los judíos de Banu Quraizah no pusieron ninguna objeción a su decisión. También hay que señalar que siempre que se apelara a salvar la vida de un individuo de Banu Quraizah a punto de ser ejecutado, el Santo Profeta (sa) lo aceptaría; de hecho, también ordenaría que se le devolviera su familia y su riqueza.Su Santidad (aba) señaló cómo incluso el orientalista Margoliouth, que de ninguna manera puede considerarse partidario del Islam, no tuvo más remedio que declarar que, a la luz de los eventos ocurridos y la traición de los Banu Quraizah, la decisión tomada con respecto a su destino no puede considerarse extrema. Por lo tanto, la decisión tomada por Hazrat Sa’d (ra) fue justa, y debido al acuerdo de aceptar la decisión de Hazrat Sa’d (ra) como lo exigían los Banu Quraizah, el Santo Profeta (sa) no tuvo nada que decir en el asunto.Su Santidad (aba) también destacó el hecho de que una de las condiciones del tratado que los Banu Quraizah rompieron, era que en caso de que el tratado se rompiera, el destino de la parte culpable se decidiría de acuerdo con sus propias escrituras. La decisión tomada por Hazrat Sa’d bin Mu’adh (ra) estaba exactamente en línea con las enseñanzas de la Torá para tal caso.Su Santidad (aba) dijo que, de haber quedado aún algún incidente de la vida de Hazrat Sa’d bin Mu’adh (ra) sin tratar, lo abarcaría en el siguiente Sermón.

Oraciones fúnebres

Su Santidad (aba) hizo mención a algunos miembros de la comunidad que han fallecido recientemente.Hajiyya Ruqayya Khalid Sahiba falleció el 30 de junio. Era la Sadr Layna de Ghana. A pesar de haberse recuperado de un cáncer de útero y de que su salud había mejorado; comenzó a decaer de nuevo, hasta que, finalmente, falleció. Era profesora de profesión. Le apasionaba enseñar a los niñostanto que incluso enseñaba a algunos niños gratuitamente. Era muy piadosa y tenía una estrecha relación con el Jilafat. Su Santidad rezó para que su progenie mantuviera vivas sus virtudes.Safiyya Beghum Sahiba falleció el 27 de junio. Era la esposa del difunto Sheikh Mubarak Ahmad sahib, un misionero de la Comunidad Musulmana Ahmadía. Era la hija de Hazrat Qazi Abdus Salaam Bhatti Sahib, un compañero del Mesías Prometido (as). Tuvo una relación ejemplar con el Jilafat que también inculcó a su progenie, muchos de los cuales sirven como personas que han consagrado su vida en la Comunidad. Apoyaba mucho el trabajo de su marido como misionero, sin importar a dónde fuera. Su Santidad (aba) expresó que hay muy pocas esposas de misioneros que apoyen a su marido como ella lo hizo. Su Santidad (aba) también comentó que su relación con el Jilafat era tan fuerte y tan única que rara vez había visto antes.Ali Ahmad sahib falleció el 18 de junio. Su padre Mian Allah Ditta Sahib (ra) era un compañero del Mesías Prometido (as). Era una persona que había consagrado su vida y sirvió en varios lugares. Era un misionero ejemplar.Rafiq Bibi sahiba falleció el 22 de mayo. Era muy piadosa y regular en sus oraciones. Inculcó el mismo hábito de la oración a su progenie. Estaba muy orgullosa de que su hijo y sus nietos fueran misioneros. Su Santidad (aba) dijo que su hijo está actualmente sirviendo en Tanzania y no pudo regresar a casa para el funeral, y rezó para que Al’lah le concediera paciencia.Su Santidad (aba) dijo que en la oración fúnebre de hoy también incluiría a quienes ha anunciado en sermones anteriores que fallecieron recientemente, pero cuyo funeral no pudo ofrecerse debido a la actual pandemia.

Share via